“Las medidas cautelares dictadas supusieron un empeoramiento enorme de mis condiciones laborales”
Los casos de abusos y acosos que llegamos a conocer los y las delegadas de prevención, los sindicatos, y el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad de Sevilla (SEPRUS), no son más que una pequeña parte de los que realmente ocurren. Con esta serie de comunicados que empezamos hoy queremos transmitir testimonios de personas que han sufrido abusos o acosos en nuestra Universidad. Nuestros objetivos con estos comunicados son visibilizar esta problemática, impulsar la concienciación de la comunidad universitaria, y la sociedad en general, así como presionar para que se pongan en marcha, de una vez, todas las medidas necesarias para acabar con esta lacra en nuestra Universidad. La mayoría de estos testimonios serán anónimos por petición de las personas afectadas, muchas de las cuales siguen recelosas de señalarse públicamente, incluso años después de haber sufrido los abusos/acosos, por las consecuencias que ello pudiera tener en sus vidas. Gracias a todas ellas por su valentía en la denuncia.
Este primer testimonio nos muestra muchas cosas. Entre ellas que los abusos y acosos afectan, en muchos casos, a personas muy brillantes a nivel académico, que en muchos casos se establecen redes de abuso en las que participan (por acción u omisión) varias personas, que habitualmente los abusos vienen de la mano de irregularidades administrativas e incluso delictivas, y que las medidas cautelares propuestas desde el SEPRUS muchas veces han sido insuficientes y no han estado bien orientadas ya que, por ejemplo, se suele trasladar a la persona denunciante sin acabar con los orígenes del problema.
“He permanecido cuatro años contratado en la Universidad de Sevilla adscrito a un proyecto de excelencia. El ganar mi plaza por concurso supuso una gran alegría por un doble motivo, por un lado me daba la oportunidad de volver a Sevilla después de ocho largos años de exilio laboral muy lejos de mi tierra, y por otro lado me permitiría dedicarme a tiempo completo a la investigación que combinaba algunos de los temas que me apasionan: la música del flamenco, las matemáticas y la computación.
Muy pronto comenzaron los nubarrones, y mis ilusiones se fueron tornando en perplejidad e impotencia ante determinadas acciones que comencé a sufrir por parte del investigador principal del proyecto, avaladas por la displicencia del resto de componentes del grupo de investigación. El detonante de todo ello fue mi negativa en rotundo a llevar a cabo ciertas prácticas investigadoras y administrativas que eran habituales en el grupo y que –en ambos terrenos– mi conciencia y ética profesional me impedían realizar. Incuso se me quería imponer un tema de tesis doctoral que “satisfacía” ciertos intereses del grupo aun cuando demostré científicamente ante ellos su inviabilidad.
A partir de ese momento comencé a experimentar cómo se me humillaba públicamente en consejos de departamentos, cómo los que creía compañeros de dicho departamento me retiraban los buenos días, cómo me desaparecía parte del material que tenía asignado, cómo me eran retirados todos los recursos económicos necesarios para mi labor investigadora, etc. Comencé a recibir amenazas y a partir de ese momento decidí grabar íntegramente todas las reuniones como forma de protección ante lo que me pudiera pasar. Varios componentes del grupo de investigación llegaron a confeccionar tres informes falsos sobre supuestas conductas irregulares en mi trabajo que presentaron a la Junta de Andalucía, que provocaron incluso la apertura de un expediente de despido.
Acudí al director del departamento para comentar mi situación y continuó mi incredulidad, al ser también insultado y amenazado por él.
Acudí luego al Vicerrector de Investigación que se limitó a aconsejarme que no me quejara de nada e hiciera todo lo que el grupo de investigación me pidiera para “no cerrarme puertas”, pues a los “problemáticos”, nadie los quiere dentro.
Acudí al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la propia universidad, para que investigara el acoso laboral que estaba sintiendo, y como resultado de dicho proceso, las medidas cautelares dictadas supusieron un empeoramiento enorme de mis condiciones laborales, siendo obligado incluso a cambiar de departamento contra mi voluntad. En el nuevo departamento ni siquiera me dieron un despacho donde poder trabajar, ni se me concedieron los mismos derechos que cualquier otro miembro del mismo.
Acudí a la Defensoría Universitaria y tampoco encontré un apoyo, más bien fui engañado durante meses prometiéndome una intermediación que nunca llegó.
Han sido años muy duros para mí y mi familia. Mis tremendas ganas de trabajar en el proyecto se vieron truncadas de cuajo por unas actitudes que considero propias de otros tiempos por parte, no solo de mi grupo de investigación, sino de todos los estamentos universitarios a los que acudí.
Lo más triste fue conocer que no era el único, no era un caso aislado, sino que estas prácticas están bastante más extendidas de lo que se piensa. Me di cuenta de que todo lo que me encontré estaba viciado, que todo era un engaño, que todos financiamos con nuestros impuestos unos proyectos y una universidad pública donde el trabajo, el debate constructivo, la construcción de conocimiento, la “excelencia” en una palabra, eran suplantadas por otro tipo de parámetros e intereses, nada productivos para la sociedad que financia esta institución.
Afortunadamente compañeros del SAT –algunos de ellos que también estaban pasando por situaciones como las mías o peores– me acompañaron en todo este proceso. Pese a todo, pude terminar mi tesis doctoral con cum laude y mención internacional. Pude conservar mi contrato predoctoral, quizás porque contaba con las grabaciones, hecho que lamentablemente otros compañeros míos no pueden contar. Sin embargo, una vez doctorado continuó la pesadilla: la Universidad de Sevilla unilateralmente, y sin avisarme, no tramitó el contrato posdoctoral de un año al que tenía derecho según la normativa, pese a cumplir todos los requisitos y haber entregado toda la documentación requerida en tiempo y forma.
Actualmente, me encuentro de nuevo exiliado laboralmente muy lejos de Sevilla, generando riqueza a otros territorios, triste por saber que TODOS quedaron impunes, algunos incluso ascendieron, otros siguen obteniendo subvenciones de dinero público con importes de seis cifras, etc. Pero con la tranquilidad de poderme acostar cada noche –como cada una de las noches de estos años– tranquilo, muy tranquilo con mi conciencia”.
Contra el Acoso: Transparencia, Apoyo Total a las Víctimas, y Tolerancia Cero.