Binomio destructor: precariedad y acoso laboral
En esta entrega de la Punta del Iceberg reproducimos las palabras de un compañero que nos traslada su paso precario y desalentador por nuestra Universidad:
“Aprovechando esta herramienta de la Punta del Iceberg, me gustaría contarles mi caso, una historia que ha durado 2 años y en la que me han demostrado que una administración pública es capaz de actuar igual o peor que una empresa privada.
Comencé a trabajar en la US tras haber sido seleccionado por concurso para un puesto de “titulado superior” en la Escuela de Doctorado, por el programa de Empleo Joven y Garantía Juvenil. Lo primero que me sorprendió fue que, estando contratado como licenciado, me pusiesen a realizar tareas de auxiliar administrativo. Al volver de unas vacaciones de navidad, me encontré con que mi sitio estaba ocupado, ante lo que me comunican que había llegado la persona que estaba de baja y “propietaria” del sitio, y que “me tenía que buscar la vida”. Tuve que montar una mesa que yo mismo subí del sótano, un ordenador con las piezas de dos torres viejas, y situarme en un pasillo.
Al poco tiempo me llamaron para firmar el contrato, y me encontré con que el salario no era el que correspondía según las tablas salariales, y que me excluían del convenio colectivo. Aunque estuviese contratado por Capítulo VI, la convocatoria decía que me tenían que aplicar las mismas condiciones de mi categoría laboral. Lo puse en conocimiento de mis superiores y me dijeron que los contratos venían de arriba. Cuando intenté hablar con “arriba”, nadie me atendió, así que me puse en contacto con la asesoría jurídica de mi sindicato, quienes intentaron recabar información sin éxito. Lo siguiente fue poner una demanda en el juzgado de lo social.
Curiosamente, 3 días antes del acto de conciliación (paso previo al juicio), me comunicaron que tenía que dejar de ejercer las funciones que estaba llevando a cabo hasta ese momento. Ahí comienza el acoso: me dicen cosas (siempre a puerta cerrada) como que no tengo vergüenza, que sólo quiero dinero, que lo que tengo que hacer es irme, que eso no soy capaz de hacerlo en una empresa privada… De febrero al pasado noviembre, que me terminó el contrato, estuve sin ninguna función, sufriendo lo que en psicología llaman boreout (aburrimiento por retirada de funciones), además del burnout (síndrome de estar quemado). Por suerte, las compañeras y compañeros de trabajo fueron lo contrario a los superiores, siempre me apoyaron.
Pensaba que al finalizar el contrato todo acabaría y sólo me quedaría el juicio, pero al solicitar la prestación por desempleo el SEPE me comunica que la US no ha mandado mi certificado de empresa (y a día de hoy, dos meses después, siguen sin hacerlo… teniendo en cuenta que el plazo máximo para la empresa es de 10 días). Finalmente, tuve que volver a denunciar, paso necesario para poder cobrar el paro en estos casos.
Y este ha sido mi periplo en la US. Animo a todas las personas que crean que se le están vulnerando sus derechos a que no se callen, porque en mi situación había otras 20 personas, aunque en otros centros de trabajo”.
Denuncia el acoso y los abusos
¡No te calles!