Cortemos en seco con el ciberacoso
En los últimos años, diferentes formas de violencia perpetradas en internet han ido aumentando. Desgraciadamente, la Universidad no se escapa de esta realidad que afecta, también, a otras etapas educativas. Hay profesorado que acosa y abusa de alumnado utilizando el espacio digital. Normalmente, el ciberacoso lo realizan profesores que acosan a alumnas, por ejemplo, a través del envío de correos electrónicos inapropiados que van más allá de la relación académica. Además, el ciberacoso también puede darse en redes sociales y en cualquier otra tecnología de comunicación. La violencia en las redes también sucede entre el alumnado. Sin embargo, las primeras implican además una relación de poder del acosador por su estatus académico que conlleva una situación de mayor indefensión a la persona acosada. El acceso a datos personales del alumnado facilita el contacto. A ello hay que sumar que en muchos casos de ciberviolencia, el acosador se siente protegido tras el anonimato.
El ciberacoso, más allá de parecer una forma más sutil de acoso, es todo lo contrario. En estas violencias se invaden espacios sentidos como seguros por las víctimas, como su hogar, lo que puede generar un fuerte sentido de desprotección. La inmediatez y la permanencia de los ataques hacen que los efectos sean muy graves, ya que las víctimas no pueden, en muchos casos, deshacerse del material utilizado por los acosadores. Por otro lado, en los contextos online las redes de acoso crecen rápidamente debido al contacto rápido entre muchas personas. Por si esto fuera poco, estas violencias pueden producirse a cualquier hora de cualquier día, pues Internet está operativa de forma permanente, manteniendo a la víctima en una tensión continua. Además, en el acoso en las redes como en el presencial, también se generan redes de apoyo integradas por el agresor principal, acosadores secundarios y personas que miran para otro lado.
Igual que no es apropiado, ni razonable, trasladar a quien sufre estas formas de violencia de centro, departamento o servicio mientras que el acosador permanece en su puesto (pudiendo agredir a otras personas), tampoco es apropiado pedirle a la víctima que se desconecte de Internet. Hoy en día, las actividades online son muy importantes en muchas esferas de nuestras vidas.
A pesar de producirse a distancia, el ciberacoso puede llegar a provocar un profundo impacto psicológico en la persona que lo sufre causando, por ejemplo, estrés, depresión, miedo y ansiedad. Creer que lo que ocurre en internet no es la vida real no tiene sentido: las víctimas atraviesan un proceso, a veces muy largo, de sufrimiento real. También tenemos que tener en cuenta que una práctica de ciberacoso puede transformarse en acoso presencial cuando, por ejemplo, las clases a distancia finalizan y comienzan las clases presenciales, o cuando el agresor accede a información personal de la víctima, como su domicilio o su número de teléfono.
En estos tiempos de pandemia en los que gran parte de nuestras actividades académicas se realizan online es especialmente importante que estemos alerta sobre cualquier forma de violencia online. Identifiquemos los abusos, hagámoslos visibles y luchemos para combatirlos actuando contra el agresor. Frente al acoso y los abusos es necesario crear redes de apoyo y acciones colectivas. Actuar cuanto antes ahorra mucho sufrimiento.